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Las personas para las que generamos valor

Es crucial comprender a fondo los problemas de los clientes, así como su comportamiento y relación con el restaurante a lo largo de las diferentes etapas del mercado (desde los primeros adoptantes hasta el mercado masivo).

Al inicio, debemos descubrir quién es —y quién no es— nuestro cliente, mediante el proceso de Desarrollo del Cliente.

Identificar y atraer a los primeros adoptantes nos permite probar nuestra propuesta de valor y mejorarla, para finalmente escalar hacia el mercado masivo.

Si desarrollas al cliente adecuadamente, no solo encontrarás el camino correcto, sino que también invertirás menos recursos y tiempo en encajar con el mercado y lograr conectar y crear una relación con tus clientes.

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Obsesionarse por conocer a cada cliente es una ventaja competitiva clave, pues es la manera de crear conexiones emocionales duraderas.

Es fundamental ser capaces de captar información detallada sobre cada cliente, ya que es la base para construir una relación valiosa con ellos.

Un restaurante solo puede existir si su experiencia se alinea con las necesidades del mercado

Hoy en día, diseñar la marca, el concepto, la experiencia y crear los productos es inseparable de considerar al cliente y sus necesidades reales.

Los clientes esperan de los restaurantes lo mismo que de las personas: hospitalidad, autenticidad y simplicidad. Si cumplimos con estas expectativas, ganaremos clientes leales a nuestra marca.

Debemos ver todo desde la perspectiva del cliente. Integrémoslos en nuestro restaurante de manera honesta y genuina, aprovechando su deseo de ayudarnos a construir productos y experiencias que les hagan sentir bien.

El lienzo de la propuesta de valor

Un restaurante es todo un reto: requiere mucho trabajo y rapidez.

Hay escaleras que subir, cocinas calientes y clientes con peticiones particulares.

A simple vista, un restaurante se compone de dos partes: la sala y la cocina.

Sin embargo, estas dos áreas aparentemente uniformes están compuestas por personas muy diversas: camareros, cocineros, maîtres, chefs, ayudantes…

Cada una de estas personas tiene, a su vez, docenas de funciones y tareas distintas.

El proceso de organizar estas «piezas del tablero» requiere cientos de pasos perfectamente sincronizados.

Es un auténtico ballet.

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El primer paso es medir. Pero medir no significa simplemente revisar las estadísticas del TPV.

No se puede hacer algo bien hasta que entiendes por qué lo haces.

Todo restaurante comunica algo dirigido a alguien en particular.

Hay clientes que se sientan y te dicen: «Me da igual lo que me pongas».

Y suponiendo que sea cierto, ¿acaso no dice eso mucho de esa persona también?

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Entonces, ¿quién es tu cliente y qué intentas comunicarle?

Cuando alguien entra por tu puerta, puedes observar mucho de esa persona.

¿Es tímida? ¿Segura de sí misma? ¿Qué dice su lenguaje corporal?

¿Quién ha decidido visitarnos e influenciado a sus acompañantes?

¿Es alguien que viene para satisfacer su hambre o para elevar su estatus?

¿Le atrae más lo dulce o lo salado? ¿Prefiere alcohol o agua?

¿Quién es realmente? Toma tus propias métricas sobre tus clientes.

Cuando comprendas quién es tu cliente, estarás listo para triunfar
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